8 de enero de 2010

Soledad: nuestra eterna compañera


En las tardías horas de la noche, cuando todo el mundo duerme, es el momento en el que me asalta esa sensación de soledad, que me inquieta y me pregunto ¿porqué me siento sola? Estoy rodeada de gente que me quiere, gente que me acepta, que me apoya... ¿y porqué aún así se produce esa sensación de soledad en mi vida?
- Ejem... si me permites, creo que puedo contestarte a esa pregunta. -Su voz es cálida y afectuosa.
- ¿Ah sí?¿Y quién eres para saber la respuesta a esa pregunta? - no puedo evitar sentir curiosidad.
- Soledad, tu eterna compañera - vaya, eso sí me ha sorprendido, no esperaba que la voz de la soledad tuviera esa calidad, más bien la esperaba gélida y dura.
- Quieres decir.... que siempre vas a estar a mi lado, que siempre me sentiré sola, - ese pensamiento me produce cierto desconsuelo.
- Siempre estoy contigo, pero no siempre estoy presente, aunque sin mí no podrías seguir disfrutando de los momentos en los que te sientes plena.
- ¿Cómo es eso? Parece una contradicción, como el que me digas que siempre estás conmigo, porque entonces no estaría nunca sola.
- Y en realidad nunca lo estás. Pasas mucho tiempo observando hacia el exterior, el ir y venir de los demás, el devenir de los acontecimientos, el transcurrir de lo cotidiano, y cuando llego yo, con esa sensación de vacío en el pecho, te obligo a cambiar la dirección de tu mirada hacia dentro, y es entonces cuando puedes valorar todo lo que has vivido. Si no fuera así, vivirías tan volcada en tu mundo exterior que olvidarías por completo que tienes un mundo interior también por descubrir, igual de rico y de pleno que el otro.
- Ya entiendo... entonces cuando tú estás presente, en realidad soy yo quien está presente...
- Así es. Con mi presencia te ofrezco un regalo, el que puedas ser tú misma, sin pretensiones, sin expectativas de nadie, sin roles que cumplir ni obligaciones, a solas contigo misma, un espacio de honestidad, donde nadie más que tú puede entrar, donde no necesitas juzgarte, sinó comprenderte.
- Bueno... sabes que no es exactamente así como sucede, que no siempre cuando hablo conmigo tengo esa comprensión, y que puedo ser muy dura al valorar lo que he hecho durante el día.
- Lo sé, por eso te sugiero que la próxima vez sientes en esta silla a tu Crítico interior, y hables con él como lo estás haciendo conmigo, quizá así entiendas el porqué de esos juicios.
- Vaya, Soledad... hoy me has traido dos regalos, el de tu compañía y un nuevo amigo. Seguiré tu consejo y por cierto.... eres bienvenida, ven a charlar conmigo cuando quieras.
- Es lo que siempre hago, querida... siempre estoy ahí, recuérdalo. Y ya no necesitas intentar llenar desesperadamente tu vacío con actividades, personas, libros, películas... date tiempo para viajar hacia adentro, hay mucho más por descubrir.
- Así lo haré... y gracias por hablar conmigo.
- Gracias a ti por aceptarme.

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