3 de enero de 2010

El último autobús


Es cierto que viviendo en un pequeño pueblo una se pierde muchas cosas, sólo por el hecho de no disponer de vehículo propio. Cuando tus amigos quedan para ir a ver un espectáculo todo depende del horario para ti, debe terminar a tiempo de coger el último autobús o quedarte a dormir en casa de alguien, pero con el tiempo hasta eso resulta un engorro, para ti misma porque tienes que ir con tu mochila a cuestas y alternando a quién pedírselo para no resultar pesada, y para ellos, que no siempre tienen el tiempo, el espacio o el humor para tenerte en su casa (más que no apetecerles tu compañía, lo que no les apetece es tener que limpiar para tener la casa presentable. A veces me pregunto donde han quedado esos amigos capaces de convivir con el polvo sobre las estanterías, los restos de pizza de la noche anterior y la ropa adornando las estanterías).

La sensación de estarme perdiendo gran parte de la diversión me acompaña mientras me acomodo en el asiento delantero del autobús, el mismo de siempre, en el último autobús de la 1:35 de la madrugada. No es justo que tenga que irme antes de que termine el baile y comprendo perfectamente la sensación de frustración de Cenicienta al sonar las doce campanadas. En algunos casos los dichosos cuentecitos resultan hasta útiles, y no puedo evitar desear que, como en el cuento, aparezca un príncipe azul que me rescate en su hermoso descapotable y me lleve a la fiesta de nuevo. Está bien, no hace falta que sea un descapotable….podría ser incluso una vespino…o incluso podría ser un autobús, éste autobús.

La semana pasada Miguel, el conductor habitual, me comentó que había pedido el cambio de turno, que ese le venía fatal porque nunca llegada a coincidir con su mujer, que se levantaba muy temprano para ir a trabajar, y que sus horarios estaban tan descompensados que apenas coincidían. Me apenó el saber que no volvería a verle, porque gracias a nuestras conversaciones la hora de trayecto se convertía en apenas unos minutos. Me gusta conversar, conocer a las personas con las que coincido habitualmente. Hasta que apareció él….ahí dejé de conversar para pasar a soñar despierta.

No estaba preparada para subir ese Viernes al autobús y que me recibieran esos preciosos ojos verdosos y esa linda sonrisa. Creo que perdí unos cuantos latidos de mi corazón que han sido imposibles de recuperar…¿acortará eso la vida?...porque si es así, la mía está hipotecada desde ese día, condenada a perder latidos de vida mientras espero en la parada, rogando que una noche más sea él el conductor del último autobús.

Tengo siempre mucho cuidado de ser la primera en subir, no me importa lo que tenga que hacer o lo que tenga que esperar para serlo, quiero ser la primera en desearle las buenas noches con mi mejor sonrisa, y en darle el dinero que tengo cumplidamente preparado para pagarle el billete….Sí, lo sé, es mas económico comprar el abono de diez viajes, pero eso implicaría pasar de largo en dirección a la maquina canceladora, y me privaría de mi pequeño juego. Vereis…conozco el límite hasta el que puedo darle para que me devuelva cambio, así que voy variando la cantidad para que no se note que lo que pretendo es dejar las monedas en su mano y que me devuelva el resto en las mías. Eso no es posible, pensareis, porque siempre las dejan en esa especie de bandejita que tienen al lado de la máquina expendedora de billetes, pero…¿qué ocurre cuando colocas el bolso encima para buscar el monedero? Muy sencillo…que tiene que extender la mano para recibir el dinero. Intento ser discreta y que no se note que con las yemas de mis dedos acaricio su palma al dejar las monedas, sutilmente, tengo el gesto muy ensayado para que parezca algo natural, y además, ese juego me permite el tiempo suficiente para intercambiar algunas palabras más como…¿qué tal ha ido la noche?, o, hoy pareces un poco más cansado…pero es muy reservado, tan reservado como guapo, y ese intercambio de palabras se termina pronto.

Y entonces empieza el intercambio de miradas, al controlar los retrovisores laterales, al saludar al resto de pasajeros mientras van subiendo, al comprobar que están todos sentados…No os podeis imaginar cuanto da de si el ángulo de visión, dicen que podemos ver hasta 180º con la visión periférica, pero yo creo que cuando te gusta alguien los sentidos se acentúan y se aumenta esa capacidad hasta los 210º, porque eres capaz de captar cada leve gesto que realiza, como si tuvieras ojos en las orejas, esperando que sea el que te permita establecer contacto con él.

Por supuesto la vista no es el único sentido que se acentúa, el olfato se convierte en un aliado para alterar todo tu sistema hormonal y emocional…debería estar prohibido oler tan bien cuando uno está trabajando, porque dan ganas de colocarse detrás de él y olfatearle durante todo el trayecto, esnifando esa fragancia como si se tratará de los vapores de alguna droga…de hecho, apostaría que una parte de mi lo hace.

Hay otra parte de mi que no se conforma con la corta distancia que nos separa, y que se coloca de forma invisible a su lado, jugueteando con ese cabello oscuro ensortijado, dejando deslizar los dedos con lentitud como si desenredaran una madeja de lana. Incluso puedo llegar a sentir el tacto algo aceitoso de esa gomina que usa…me pregunto como debe ser su pelo recién lavado…no debería haber pensado eso…ahora me pregunto como debe verse su cuerpo al resbalarse las gotas de agua y espuma hasta esos rincones en los que me gustaría perderme..noto que me sonrojo, pero no creo que él sea consciente de eso, ni de los pensamientos que tengo sobre él…¿o si?...durante las últimas noches me ha parecido que me miraba de reojo, y supongo que la llegada de la primavera y de mis blusas escotadas de Bershka no habrán tenido nada que ver…bueno, él empezó primero al cambiar las camisas de manga larga por unas de manga corta, y mostrarme esos musculosos bíceps, tríceps y demás, que me transtornan el sentido. La primera noche que vino con manga corta tuve la fuerte tentación de deslizar mi mano por su brazo después de pagarle, hasta poder acariciar ese montón de carne bien formada, pero él retiró la mano enseguida, y todo se quedó en un estallido de excitación en mi abdomen que me duró más allá de la llegada a mi parada.

Pero esta noche está siendo inusual, he sido la única en subirme al autobús, cosa extraña un Viernes por la noche, y estamos él y yo solos, ya que no hay paradas previstas hasta el pueblo anterior al mío, es un autobús directo. El trayecto por la carretera se me hace inusitadamente largo, porque en cada curva que damos me imagino más cerca de él y el tiempo parece detenerse unos instantes. Puede que él también encuentre extraña esta situación, porque ha encendido la radio, cosa que nunca hace. Suena una melodía romántica tras otra…¿es que hay cadenas especializadas en esa clase de música? supongo que las habrá, pero están consiguiendo atormentarme con sus mensajes de amores eternos, de caricias sin final, de besos apasionados…y me pregunto porqué no cambiará de emisora y seleccionará una de esas en las que las canciones son imposibles de entender y que como mucho te dan ganas de levantarte y ponerte a bailar…no como ahora que me dan ganas de levantarme y sentarme en sus rodillas para besarle hasta que nos estrellemos, porque hay momentos en los que no te importa morir, porque vale la pena….pero un momento….¿porqué se está deteniendo el autobús? Miro al exterior a través de la ventanilla, y estamos en medio del campo, aquí no hay una parada habitual.

-¿Qué ocurre? – me atrevo a preguntarle, algo nerviosa.

- Es la puerta de atrás, no cierra bien y no puedo continuar hasta que se arregle, son las normas. – Me mira con formalidad, y asiento de una forma boba como si comprendiera la absurdidad de esa norma…podría entenderla si hubieran más pasajeros, pero estamos solos y yo voy sentada en la parte delantera, es imposible que pueda caerme del autobús… - Si me ayudas no tendremos que esperar a que venga un autobús de repuesto. – De repente me debato entre ayudarle y estar cerca de él, o no ayudarle para poder estar más tiempo juntos, pero entonces, ¿qué pensaría de mi si no le ayudo? Mis últimas dudas se disipan en cuanto se levanta de su asiento…no me había fijado en lo alto que es ni en el buen tipo que tiene, parece que vistos lateralmente esos pectorales pierden la fuerza que me transmiten ahora al verle de frente…¿se habrá dado cuenta de que me he quedado sin aliento? Espero que no….Como un caballero de los que ya no quedan me indica que pase primero en dirección a la puerta de atrás, y me levanto como si un resorte me impulsara desde mis zonas más íntimas.

- ¿Y en que puedo ayudarte yo? Te advierto que la mecánica no es mi fuerte…- Me sonríe… por Dios, me ha sonreído y se le han formado esos hoyuelos increíblemente atractivos en las mejillas.

- No te preocupes, sólo tienes que sostener la tapa mientras trasteo con los circuitos, seguro que alguno de ellos está flojo, y no tengo suficientes manos para hacerlo todo yo solo. – No,…de eso soy consciente, de que no tienes suficientes manos para todas las cosas que me gustaría que me hicieras, y ninguna de ellas relacionadas con tornillos ni cadenas…bueno, quizá con cadenas de seda….Levanta la tapa usando esa llave especial que tienen y coge mi mano para llevarla al punto exacto en el que tengo que sujetarla. - ¿Crees que esto podrás hacerlo? – Esto sí, pienso…seguir respirando y que mis latidos no atraviesen mi pecho…de eso no estoy tan segura.

- Bueno, todo es ponerse ¿no? No sabía que os daban clases de mecánica también. – Curiosamente su mano sigue sujetando la mía mientras toquetea dentro del mecanismo de cierre de la puerta…creí entender que necesitaba las dos manos, pero vamos, que no me importa haberle entendido mal…y más cuando me parece sentir que me la está acariciando, ¿serán imaginaciones mías, mi propio afán de que eso suceda? Puedo observarle perfectamente ahora, es más, puedo olerle a discreción, le tengo a escasos centímetros de mi, y puedo deleitarme en imaginar que mis labios se acercan para besar esa barbilla marcada, sus hoyuelos incitantes, su naricilla desafiante…

- ¿Te cansas? – su voz me distrae de mis divagaciones..¿cansarme yo?¿de mirarle?¿de desearle?

- No, no, podemos estar así el tiempo que haga falta… - Se gira y me mira, con intensidad, parece intentar leer el significado oculto en mis palabras, en el tono de mi voz, en el brillo de mis ojos.

- Por mí sería toda la noche… - Esta vez sí que se ha tenido que dar cuenta, mi exclamación mezcla de sorpresa, turbación y excitación ha sido totalmente audible. Mis piernas empiezan a temblar, y aunque mi mano podría estar en esa posición toda la noche, mis piernas se niegan a conspirar de la misma forma y en ese momento flaquean. El me sujeta por la cintura con la otra mano, soltando lentamente la portezuela…pero sin soltar mi mano.- Bueno, de todas maneras creo que ya está arreglada la puerta. – Como si eso me importara lo más mínimo, teniéndole agarrado a mi cintura y…oh, Dios…y llevándose mi mano a su pecho…me he quedado muda, en serio.. - ¿Estás bien? - ¿El séptimo cielo es donde uno va cuando se siente bien? Por más que lo intento no consigo más que sonreir de forma estúpida y asentir con la cabeza, creo que me ha hipnotizado con su mirada y algún resorte o fusible se ha fundido en mi cerebro…el de la voluntad posiblemente porque cuando él se acerca a mi y parece querer besarme, todo mi cuerpo reacciona a sus deseos…que todo hay que decirlo, coinciden con los míos. Sus labios son cálidos, turgentes, su contacto delicado, como si temiera asustarme o dañarme y noto, ahora sí, como pierdo el norte, como me envuelve una acaloramiento repentino que me deja totalmente a su merced, mi cuerpo como de goma en sus manos.

Parece que va a apartarse y en ese instante algo en mi despierta y rodeo su cuello con mis brazos, buscando de nuevo su boca, deseándola ardientemente, y necesito adentrarme más, conocer los recónditos secretos que oculta en ella, hasta que un leve gemido que surge de lo más hondo de mis entrañas me indica que he encontrado uno de sus tesoros: una lengua juguetona y ágil que se entrelaza con la mía en un juego travieso. Creo que me ha cogido por la cintura, pero no puedo asegurarlo, son tantas las sensaciones que ahora recorren mi cuerpo que no podría jurar que ninguna de ellas es real, pero todas en su conjunto hacen que este momento se asemeje exquisitamente a un sueño hecho realidad. El tiempo se suspende y se expande de una forma curiosa, como si se convirtiera en cómplice de una complicada trama de lujuria, deseo y connivencia entre ambos.

- ¿Quieres que te acompañe hasta tu casa? Este es mi último viaje de hoy…y no importa si el autobús se queda en la última parada durante unas horas… - Qué elegante proposición, que sabrosa tentación brota de esos labios que me invitan a seguir explorándole, a no quedarme en las lindes de ese territorio ignoto, a dibujar con mis manos y mis labios el mapa de su placer.

- Sólo si me permites que te invite a desayunar… - No esperaba que me atrajera hacia sí con esa fuerza arrolladora que estoy deseando sentir dentro de mi, y mucho menos esperaba ese susurro provocador que me eriza todos y cada uno de los vellos de mi cuerpo…

- Será un inmenso placer….para los dos…

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