En las conversaciones que he tenido estos días me ha llamado la atención que a partir de cierta edad nos sigue gustando el sexo, pero no a cualquier precio. Como en todo, no hay una regla establecida y lo que he observado puede aplicarse a cualquier edad, pero el que sea más frecuente a partir de los treintaytantos y cuarentaypicos hace que me pregunte...¿las hormonas también maduran?
Todos hemos sentido la fogosidad del deseo, y en la veintena eso se manifiesta más en el deseo DE alguien que no en el deseo POR alguien, y me explico.... importa más el qué que el con quien. Nuestro cuerpo es presa del influjo de la luna, y cuando está llena aullamos, buscando con quien desfogar esa energía que nos gobierna.
Con el tiempo, lo que antes podía parecernos una experiencia satisfactoria por su variedad, la novedad y la sensación de conquista, se vuelve algo conocido y tedioso, porque no nos engañemos, el sexo en sí no tiene tantos secretos, y después de unos años faltan los ingredientes que hacen que el sexo se convierta en algo diferente.
¿Qué ingredientes son esos? Ahí es donde interviene la madurez, que calma en cierta medida ese torrente hormonal, dándonos cuenta de que en realidad la mente es el afrodisíaco por excelencia, que el juego y la complicidad son la aceituna de este martini, que no importa un michelin más o menos, que el físico tiene su importancia pero no lo es todo... y cuando anoche me preguntaron... teniendo que elegir entre un tío muy guapo pero sin conversación y soso, y un tío más bien resultón pero que te hace reir ¿con cuál te quedas para tener sexo?... lo tengo claro... dame alguien con quien comentar la jugada a la hora del desayuno, con quien intentando la posición más complicada del kamasutra terminemos hechos un ovillo y nos partamos de risa con ello, con quien pueda despertarme abrazada y sintiendo una mano cálida acariciando mi pelo, con quien pueda imaginar qué animales representan las sombras que se forman en el techo por el reflejo de la farola de la calle, con quien una ducha sea un perderse entre un torrente de sensaciones, con quien pueda apreciar el estruendoso sonido de un silencio, y la profundidad infinita de una mirada....
No hablo de amor, ¿o sí?... hay amores y amores, y nos han enseñado que solo existen unas pocas clases: el fraternal, el de pareja, el compasivo, y en cierta forma el de la amistad... pero hay tantos grados que intentar definirlos todos sería imposible. El amor es simplemente el aprecio, la aceptación, la comprensión, la proximidad, la admiración, el agradecimiento, la conexión.... es un vínculo con alguien que hace que esa persona tenga un brillo especial a nuestros ojos. Con ello quiero decir que con el tiempo nos damos cuenta de que como se disfruta plenamente el sexo es con amor... en el grado que sea... puede ser solo cariño, puede ser más que eso, pero que cuando existe ese vínculo entre las dos personas es cuando la energía fluye, cuando se va más allá del mero disfrute físico, para llegar a un disfrute más emotivo, más profundo, que tiene que ver con compartir la verdadera intimidad de quienes somos (Shahaylu).
Para poder llegar a ese grado de intimidad, es preciso haber madurado como persona, saber apreciar lo que realmente vale la pena, conocer el dolor de la pérdida nos hace más sensibles a la alegría de un encuentro afortunado, y si en ese madurar hemos aprendido que no es posible retener la experiencia más allá del Ahora, podremos disfrutar cada momento que pasemos con esas personas especiales, sabiendo que esos momentos son únicos e irrepetibles.
La espiritualidad no está reñida con la diversión, muy al contrario. Tendemos a asociar lo espiritual o místico con la religión, la iglesia, etc, pero en realidad no es más que la experiencia de esa conexión de la que hablamos aquí, y que puede expandirse a todas las personas que nos rodean. Es otra clase de amor, primitivo, entretejido en el ADN del mundo, que hemos olvidado, pero que es el que en definitiva da sentido a lo que vivimos. Es el Amor al que me refiero cuando hablo de hacer el Amor, que no tiene nada que ver con la posesión, con el mañana, con la continuidad, con el compromiso... tiene que ver con el ahora, con el estar entregado en el presente, con estar abierto para la otra persona, con el existir, con el fundirse... A veces complicamos tanto las cosas que algo tan natural como disfrutar de la presencia de otra persona se convierte en un contrato de por vida. Para mi... ese es otro asunto totalmente distinto.
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