La ilusión es una delicada criatura que nace en el núcleo de nuestro ser, se alimenta de esperanzas y posibilidades, y crece hasta convertirse en el envoltorio de nuestro mundo. Toda ilusión tiene un elemento de irrealidad o de proyecto escondido como semilla, de ahí que pueda llegar a realizarse o no. Mientras permanece en su capullo irradia luz, es una luz verdosa, cálida y etérea que guía nuestro camino como las luciérnagas, y no hay ilusión mayor que la del amor compartido. Esta criatura palpita al son de dos corazones, de dos voluntades y crece el doble que el resto de ilusiones, tiene vida propia y su luz es capaz de iluminar una noche oscura, de mostrar el camino a través de la niebla de la incertidumbre.
Pero no todas las ilusiones crecen hasta desarrollarse, algunas quedan maltrechas por el camino, deformes, sin sustancia. Una ilusión compartida necesita ser alimentada, y cuidada por ambas partes o pierde fuerza, de ahí su aspecto contraído y triste. No puedo quedarme mirando sin hacer nada, viéndola retorcerse incapaz de seguir adelante, y sólo hay una cosa que pueda hacer... liberarla. Con dedos trémulos abro las puertas de mi corazón, y la veo levantarse a duras penas. Nos miramos en un último instante de comprensión y sé que aún tiene fuerzas... debes volar Ilusión, ahora que aún puedes, no te quedes atrapada hasta perecer. La empujo levemente hasta el límite y en una profunda señal de respeto le indico el espacio exterior. Adelante... vuela alto, vuela lejos y quizá..... quizá en algún instante vuelvas a mi, pero de momento eres LIBRE.
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