2 de marzo de 2010

La amistad, ese bendito segundo premio

Es típica la frase en la que la chica le dice al chico (o viceversa): "bueno, no me gustas tanto como para ser mi pareja, pero podemos ser amigos". Y de ahí deduzco que en ese caso la amistad es un premio de consolación, como si lo importante fuera realmente ser pareja. Y a mi eso me plantea muchas dudas, como ¿es realmente el mejor premio el coche? ¿o ese segundo premio, el apartamento en Torrevieja, Alicante, es en realidad un valor más estable a largo plazo?

El enamoramiento es llamativo, con todos sus equipamientos de serie: el arrobamiento por su sonrisa, los detalles con los que nos obsequia y con los que obsequiamos, el contacto de su suave piel que exalta nuestra sensualidad, los besos furtivos en las esquinas oscuras, acompañadas de unas risas cómplices, saber que somos especiales para alguien, que esa persona nos mira y ve lo mejor de nosotros... todo eso es maravilloso pero, ¿cuánto dura un coche? Se dice que desde el momento en el que lo compras, el coche empieza a devaluarse... ¿ocurre lo mismo en el caso del enamoramiento?

A menudo nos enamoramos de una carencia, y en realidad lo que nos enamora es que esa persona nos hace sentir mejor con nosotros mismos. Por eso, a menudo también intentamos esconder aquello que pueda hacerle cambiar de opinión. ¿Sómos realmente sinceros, honestos, auténticos cuando estamos enamorados? Pues eso depende de si ese sentimiento surge desde esa carencia, o bien desde la aceptación, la propia y la ajena. Las famosas gafas de color de rosa son totalmente opacas a la realidad y se alimentan de lo que queremos ver, los cegadores rayos de la disparidad no nos alcanzan, y cualquier actitud, forma de pensar o de ser de la otra persona que no nos hace sentir bien es automáticamente filtrada.

Y de ahí llegamos al apartamento. Siempre está ahí, y aumenta de valor con los años (incluso con las crisis, si su valor no está inflado, por supuesto). Esas cuatro paredes nos dan el cobijo del hogar y al mismo tiempo nos crean la ilusión de unas vacaciones, un retiro de lo cotidiano. Una amistad sincera, que no sea producto de un interés individual, sino de un compartir conjunto, aporta esa dosis de realidad necesaria para afrontar nuestras flaquezas, y al mismo tiempo nos proporciona el apoyo y el cariño suficiente para mostrarnos como somos.

Recuerdo haberle escuchado comentar a una amiga que hay cosas que no se le pueden contar a la pareja, porque dejaría de vernos como alguien especial y nos envolvería en un halo de vulgaridad. Y yo me planteo si no sería mejor vivir una relación de amistad en la que pudiera expresarse cada cual tal como es, si realmente el sexo entre dos amig@s podría llegar a estropear esa amistad. Entiendo que la base de toda amistad es el respeto y la libertad, factores que no siempre se encuentran en las relaciones de pareja, y sobretodo el espacio personal. Cuando nos enamoramos queremos estar todo el tiempo con la persona a la que amamos, porque su amor nos eleva, nos produce tal sensación de euforia que cuando nos separamos sufrimos el efecto de su abstinencia. Pero... ¿es eso sano? Entiendo que las endorfinas que se generan, el estado de bienestar que se crea, es beneficioso, pero como en todo, sólo hasta cierto punto, y un exceso nos vuelve dependientes, y es entonces cuando el enamoramiento se transforma en algo enfermizo.

Y digo yo... ¿no habría una forma más saludable de poder compartir todos esos buenos momentos con otra persona, incluyendo los de mayor intimidad, sin que hubiera la necesidad de atarse de ninguna manera, manteniendo esa ilusión constante, pero siendo conscientes de la realidad, respetando la forma de ser de cada quien, pudiendo ser honestos con lo que sentimos en cada momento, sabiendo aceptar un no, sabiendo pedir un sí, dejándole a cada cual el espacio necesario para crecer, el tiempo necesario para echarnos de menos, y que además fuera duradera en el tiempo?

Quizá la respuesta esté en ese bendito segundo premio.

1 comentario:

Iñaki dijo...

Hola Ester, a veces me sorprende, leyendo algunos de tus artículos, tu capacidad para adelantarte a las cosas que me suceden, tu facilidad para dar respuesta a cuestiones que rondan por mi cabeza y que aún no he llegado a dar forma del todo.
Los dos sabemos que hay situaciones en las que poder vivir un enamoramiento se hace especialmente complicado, y puede que para alguna de las partes esa zozobra sentimental termine por conseguir un efecto casi contrario al deseado. Y hay vida también más allá del amor absoluto, hay otras formas de vivirlo, hay otros valores que pueden rescatarse de lo que parecía un naufragio. Puede haber amistad, complicidad, intimidad, pueden dos corazones alimentarse mutuamente aún en el desapego y en la distancia, pero siendo conscientes de que por sus arterias fluye la misma verdad.
Sigo aprendiendo de ti, Ester, sin esfuerzo, casi hasta con alivio, con la sensación creciente de que escuchándote se alivian mis temores, se ensanchan mis pulmones, se relajan mis sentimientos... y soy más feliz.

Un beso, princesa, y gracias de todo corazón.

Iñaki

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