23 de marzo de 2010

Vivir en el proceso

Una enfermedad es un suceso, una posibilidad más en el océano de combinaciones en el que nos hallamos inmersos. Y como todo suceso tiene una razón de ser, un proceso que debe seguir para extraer todo el jugo de la experiencia. La enfermedad es una alejamiento del bienestar, una forma provocativa de afrontar los fenómenos que se producen a niveles más sutiles. A veces puede resultar un grito, una llamada y otras veces una bendición. La enfermedad nos desarma de nuestros mecanismos habituales, y nos da la fortaleza de lo nuevo, porque nos obliga a asumir su presencia, queramos o no.

¿Qué podría significar pasarme toda la noche resolviendo expedientes? Eso es lo que estuve haciendo anoche. Tengo claro que es un símbolo de alguna otra cosa, y tan necesaria era esa acción que de la noche a la mañana he enfermado, con tal grado de fiebre que por más que quisiera no podía seguir trabajando. Necesitaba volver y terminar lo que había empezado durante la noche. Se podría decir que ya estaba enferma y que ese sueño era el producto del desvarío de la fiebre, pero tiendo a pensar que la enfermedad es un signo, no la causa.

A un nivel sutil exploramos, cuestionamos, decidimos, resolvemos, sin que seamos conscientes de ello. Y en este caso era importante cerrar temas que tenía abiertos, clasificar y archivar en las carpetas del pasado, poner en orden la oficina de mi mente y de mi alma. ¿Qué saldrá de todo esto? No lo sé. pero es importante vivir el proceso y respetarlo. Como dijo Shakespeare, "hay más cosas entre el cielo y la tierra, Horacio, que las que sospecha tu filosofía".

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