23 de marzo de 2010

El caserón


- !Soooooooooooooooooo! - Tirando fuertemente de las riendas consiguió el cochero detener a los nerviosos caballos que relinchaban y piafaban, sus ojos desorbitados y alertas. El viento aullaba entre las copas de los árboles, enviando mensajes poco halagüeños en esa noche cerrada. - !Venga, bájense ya! - Los caballos intentaban escapar de allí cuanto antes y eso dificultaba el que los ocupantes del carruaje pudieran descender con seguridad. La portezuela estaba abierta y golpeaba sin cesar en el costado. Al final decidieron saltar, mientras el cochero soltaba las cinchas que sujetaban su equipaje a la parte trasera. - !A buena hora les dije que les traería hasta aquí! Recen todo lo que sepan, porque lo van a necesitar - Y sin más despedida retomó las riendas y se alejó a toda velocidad, dejando a los dos jóvenes a merced de los elementos.

Un tirador hacía las veces de llamador, y después de golpear sonoramente varias veces, una luz apareció en la ventana superior, y una vaga sombra se asomó por el quicio de una ventana entreabierta.

- ¿Quién vive? ¿Quién anda por ahí? - Una voz trémula, femenina, gastada ya por los años respondió a la llamada.

- Somos nosotros abuela, déjanos entrar. - Cogiendo las bolsas de ambos, Jaime empujó la puerta que cedió ante su fuerza. Dentro se podía oler el rico estofado de liebre que era la especialidad de Matilde, la anciana que les acogió con sonoros besos a cada uno.

- ¿Pero porqué no avisasteis de qué veníais? Hubiera parado todo el montaje del bosque lúgubre.- La mujer acarició con ternura las mejillas de su nieto mayor, que le sonrió con devoción.

- ¿Y perdernos ese efecto que has logrado con el viento? - Jaime rió a carcajadas - Si hubieras visto la cara de pánico del cochero cuando han empezado los aullidos... Por Aysha te prometo que cada vez es mejor el montaje. Seguro que nadie se acerca por aquí.

La anciana se acercó a la chimenea, y del puchero al fuego extrajo dos generosas raciones que les sirvió en platos de plata. Eran sus nietos mayores, su orgullo, los últimos de una casta extraordinaria.

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