1 de febrero de 2010

Conviviendo con la expectativa

Todos tenemos deseos, algunos fantasiosos, otros realizables, algunos próximos, otros inalcanzables. Todos tenemos una idea bastante clara de cómo nos gustaría que fueran las cosas, si fuera por nosotros arreglaríamos el mundo. Pero en un tablero con tal cantidad de fichas es improbable que siempre sucedan las cosas de la forma que imaginamos o que deseamos. La expectativa en este caso, el esperar que las cosas sean o sucedan de una forma precisa, se vuelve una pesada losa con la que cargar.

Sólo con que fulanito me mirara con ojos tiernos, o que me tocará el gordo de la primitiva, no pido mucho, solo un milloncete escaso de euros, o si el euribor bajara, o si encontrara trabajo, que llevo ya mucho tiempo en paro, o si menganita fuera menos borde conmigo, o si los vecinos no se quejaran cada vez que pongo la música, o si dejaran de discutir en casa, o si dejara de sentirme sola, o si.....

Se convierte en una lista interminable, infinita de razones por las que posponemos vivir el momento. Puede que algo de eso suceda o puede que nada en absoluto, y aún así tendremos una vida para vivir, y quizá esperando a que pase el tren de las 15:12 no nos demos cuenta de que a nuestro alrededor están surgiendo oportunidades que simplemente no esperábamos.

¿Qué ocurre si además le añadimos las expectativas de los demás? Sobre nuestro comportamiento, sobre nuestra forma de ser, sobre nuestra relación con los que nos rodean. Es difícil cuando alguien próximo a ti te comenta que "ya no pareces el mismo de antes, y no sé si eso me gusta". Parece un delicado equilibrio el que hay que mantener si intentamos que el mundo que conocemos no se desmorone a nuestro alrededor.

Pero... ¿y si el mundo que se desmorona está en nuestro interior? También tenemos expectativas sobre nosotros, sobre cómo deberíamos ser, sobre a dónde queremos llegar, sobre ambiciones, proyectos, y al final, toda esta expectativa, sobre el mundo, la de los demás, la nuestra propia, no es más que un continuo ilusionarse y desilusionarse que va produciendo roces y heridas en nuestra confianza.... ¿para qué desear si parece que nada se cumple?

Aquí es donde me gustaría detener la imagen y avanzar lentamente. Creemos que si las cosas sucedieran a nuestra manera, esa sería la mejor forma, la que nos haría sentir felices y realizados. Pero ocurre un fenómeno curioso cuando uno está harto de esperar y no obtener, y es que al final se tira la toalla.... "pues que les den, a todo y a todos"

Bendito momento el del abandono....

¿Qué queda por esperar? Nada....

¿Qué puede suceder ahora? Todo....

Cuando no intentas forzar la puerta para entrar, empujando con todas tus fuerzas y la observas durante unos instantes, te das cuenta del letrero que dice "Tirar". En eso consiste a partir de ahora el juego: sigues deseando pero no fuerzas, fluyes, observas, es un esperar sin contenido, es un "a mi me gustaría que...", en lugar de un "debería ser...", y déjate sorprender por lo que llegue.

Respecto a los demás, la expectativa vuelve a su respectivo dueño, es decir, la persona que espera algo de ti y que, evidentemente, se sentirá decepcionado si no lo obtiene, pero.... ese es su deseo, no el nuestro. Es posible que en el cruce de voluntades coincidamos en hacer cosas juntos, pero si no es así hay que buscar un término medio, uno en el que ambos sintamos que participamos porque queremos. Si no, no hay autenticidad.... Si no te gusta lo que ves, quizá hace tiempo que no me estás mirando, sino que vives en el recuerdo de mi, de lo que fuí, de lo que alguna vez tuviste conmigo. Y si aún me aprecias, déjame libre para ser quien soy ahora... puedes quedarte las fotografías de entonces, porque fueron buenos momentos. No me juzgues, sólo párate un momento para conocer mi nuevo yo.

En cuanto a mi... voy a concederme el beneficio de la duda, el espacio para intentar, para dar un paso, para equivocarme, para dejar de buscar la perfección, para reirme de mi misma, para no tomarme tan en serio, para hacer de mis pequeñas alegrías un triunfo, de mis grandes dramas un sueño. Quiero dejar de hundirme cada vez más en el lodo de lo correcto, y flotar en las aguas de la ligereza, de la esperanza... una esperanza sin expectativa.

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