Desde que nacemos nuestra personalidad se va construyendo con una única misión: asegurarnos la aceptación y la supervivencia en nuestro entorno. Para ello añadimos aquellos ingredientes que nos harán más agradables a los ojos de los demás, y eso dependerá mucho del ambiente familiar y social en el que vivamos y crezcamos.
Con el transcurso de los años, esa personalidad se ha ajustado a nosotros como un traje de neopreno, dejando poco margen para probar nuevas inclinaciones e inquietudes que puedan ir surgiendo, y se produce un importante conflicto interno: ¿quiero seguir siendo quien soy o preferiría hacer algunos cambios? La pregunta no suele ser tan clara en nuestra mente, sino que suele manifestarse en forma de sentimiento de encontrarse fuera de lugar, de desubicación... nuestra vida anterior ya no parece satisfacernos como lo hacía, y surgen fantasías que cada vez tienen más fuerza. A veces es tan sencillo como arriesgarse a participar en alguna actividad nueva, como ir en moto, lanzarse en parapente, aprender la danza del vientre... pero en otros casos los cambios necesarios son de tal envergadura que nos asustan, porque sacuden los mismos cimientos de quienes creemos que somos.
Dejar una orilla segura para lanzarse a la mar, sin saber qué rumbo tomamos ni a dónde nos dirigimos, es una experiencia que requiere de ciertos ingredientes para que se produzca de forma armoniosa, como la confianza, la paciencia, y la comprensión. Necesitamos confiar en que ya no es posible seguir en esta orilla, porque hemos agotado todos los recursos que esta isla podía ofrecernos, y quedarnos sería un paso seguro hacia el estancamiento. Requerimos de la paciencia para observar las estrellas y todas aquellas señales que nos irán indicando el camino a partir de ahora, sabiendo que, sea cual sea el destino, llegaremos a un lugar lleno de nuevas oportunidades para seguir creciendo. Si comprendemos que este proceso se produce constantemente a lo largo de nuestra vida, conseguiremos la tranquilidad y la ilusión necesarias para que esta aventura sea divertida y constructiva.
El conflicto interior surge la mayoría de veces al intentar retener o quedarnos en un punto que ya hemos sobrepasado, buscando la seguridad de lo conocido, intentando evitar el movimiento fluido de nuestro ser que busca expandirse siempre un poco más.
No temamos al cambio, porque forma parte del mundo en el que vivimos. Practiquemos la flexibilidad y la adaptación, porque en la naturaleza no es el más fuerte el que sobrevive, sinó el que es capaz de adaptarse a las modificaciones de su entorno. Y cada uno de nosotros es un sistema complejo y elaborado de facetas, de capacidades y habilidades, de propósitos y sueños, de oportunidades y creencias, que busca el equilibrio y la armonía constantemente.
Nuestra personalidad es la casa de nuestro ser, es lo que ofrecemos al mundo, y es lo que nos permite relacionarnos con él, y es una buena inversión dedicar un tiempo a conocernos, a cambiar los muebles de sitio si nos falta espacio, a redecorar las paredes si hemos encontrado cuadros mejores, incluso a plantearnos ampliar su superficie.
Recupera la escuadra y el cartabón y dibuja los primeros trazos, te sorprenderás del resultado.
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