31 de octubre de 2009

La añoranza de una caricia

Hay veces en las que inesperadamente una emoción, un anhelo te sorprende, surge del fondo de no se sabe donde, y lo arrasa todo a su paso, en ese momento no existe nada más que esa experiencia. Se podría pensar que lo que más se anhela de una pareja son los besos, el éxtasis, la pasión, el clímax, pero no, no es eso lo que surgió con una fuerza arrolladora, sinó una imagen...la de alguien tocándome el pelo con esa confianza, ese cariño, la ternura conmovedora de la complicidad, del entendimiento mútuo, un instante en el que esa simple caricia lo significa todo.

No se puede añorar lo que no se conoce, es cierto, pero podemos desear con igual fuerza algo que vivimos en nuestra imaginación, sintiendo de antemano que con esa persona esa experiencia será plena. Eso es lo que yo he sentido, esa certeza de que si ese momento no ocurriera, habría perdido algo de extrema belleza y una mezcla entre tristeza y anticipación me ha invadido, he vivido por un instante ambas posibilidades: su realización y su ausencia. Quizá el resto de la vida sea así, que vivamos y sintamos todas las posibilidades y únicamente nos centremos en una de ellas, pero vivirlas todas nos enriquece mucho más.

Esa incertidumbre mantiene la ilusión y al mismo tiempo alimenta la impaciencia, pero sobretodo nos mantiene vivos, expectantes ante el momento siguiente y lo que éste nos hará vivir. En el fondo no importa cual de las posibilidades se manifiesta, porque en nuestro corazón las hemos vivido todas, pero si puedo elegir, mi amor, que sea sentir el cálido roce de tus dedos entre mi pelo y tu mirada de felicidad por estar a mi lado.

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