Estos dos conceptos se confunden a menudo, y creemos que son equivalentes, que aquello que deseamos es lo que necesitamos. Y eso es lo que nos lleva a perseguir nuestros deseos, nuestros sueños, e intentamos cumplirlos a toda costa. Con el tiempo, y en el mejor de los casos, alcanzamos esos sueños, dejan de ser esa jugosa zanahoria en nuestra mente para convertirse en experiencia....y en muchos casos nos damos cuenta de que en realidad no era eso lo que queríamos, porque se ha basado en un ideal, no en una conclusión vital.
¿Qué hacemos entonces, dejamos de perseguir nuestros sueños? Vivimos en una sociedad en la que si no salimos a buscar, no ponemos manos a la obra, parece que no estemos haciendo nada, y ante cualquier insinuación nos lanzamos a la actividad frenética, a los intentos infructuosos, en lugar de detenernos, respirar hondo y confiar.
¿Confiar? ¿confiar en qué, o en quién? Confiar en que cuando el deseo arraiga en nosotros es porque hay campo fértil, y de la misma manera que no iríamos desenterrando la semilla cada dos por tres para saber si está creciendo correctamente, tampoco necesitamos desenterrar ese deseo, y dejaremos que crezca como deba hacerlo, respetando la magia de la naturaleza. Es confiar en que el proceso ya se inició mucho antes de que fuéramos partícipes de ello, y que necesitamos la paciencia atenta del campesino para dejar que todo siga su curso, que se produzcan los encuentros necesarios, los pasos pequeños y grandes, que cada cual haga lo que tenga que hacer, inspirados por esa intuición interior que nos lleva a actuar de forma impulsiva.
Cuando necesitamos algo, estamos en el punto del NO SABER: querríamos que algo sucediera, suplicamos para que ocurra, prometemos a cambio dar parte de nosotros, el alma si fuera necesario, y nos aferramos a cualquier posibilidad como si fuera la esperada.... y muchos deseos perecen en ese buscar sin mesura, cada vez más angustioso, más demandante de nuestras energías hasta que nos agotamos.
Y justo entonces....cuando abandonamos la búsqueda, es cuando encontramos. Porque nos hemos detenido el tiempo suficiente para que las cosas simplemente sucedan, porque en ese momento observamos desde el silencio (o el agotamiento) interior, y vemos pasar la luz que no habíamos tenido ocasión de contemplar, y que siempre estuvo ahi. Desde ese momento YA formamos parte del proceso, un camino perfectamente diseñado, con parterres, bancos donde sentarse, fuentes en las que beber, y SABEMOS....sentimos en nuestro interior la calma de la certeza de que ya no necesitamos seguir buscando, porque nuestro deseo se está cumpliendo.
Llegaste sin avisar, cuando miraba hacia otro lado, y al girarme te vi, con esa ilusión en los ojos. Mire hacia atrás y a los lados, y al no ver a nadie más, me señalé...¿es a mi a quien sonríes? Desconcertada por la situación, y conocedora del gusto por lo chocante del Universo, sonrío a mi vez. Bienvenido seas a mi mundo, donde nada es lo que parece ser, y donde lo único que te guía es tu propio corazón. Pasa y compartamos el camino por un tiempo....el que sea..... yo pongo las palomitas.
21 de noviembre de 2009
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