23 de diciembre de 2009

Sobre el amor, el matrimonio, la familia, los amigos, Dios y otras ilusiones


Navegando por la red, buscando algo muy concreto, he aterrizado en un interesante artículo que me ha hecho pensar en algunos de los conceptos que manejamos hoy en día y que tomamos por firmemente establecidos: me refiero al amor, el matrimonio y la familia, los amigos y Dios.

Cuando se piensa en un ideal del amor (recalco lo de "ideal"), una se imagina siendo la protagonista de una historia como la de Tristán e Isolda, o Romeo y Julieta, que parecen ser iconos o muestras de amores profundos más allá de los límites o las dificultades.... hasta que nos detenemos a observar, y nos damos cuenta de que son amores desdichados. Dentro del saco del amor metemos todo aquello que remótamente se parezca, como el deseo, la posesión, la necesidad, el capricho, la afinidad, la simpatía, la empatía y al final me pregunto, ¿qué es lo que queda después de separar la paja del grano?

Veamos el concepto moderno de "casarse por amor". Es un concepto que tiene escásamente un siglo y medio de vida, ya que anteriormente se separaba el amor del matrimonio. La institución del matrimonio respondía a necesidades sociales y era usado como moneda de cambio: la unión de familias poderosas, la continuación de un apellido... era importante realizar un buen matrimonio, y el amor era un ingrediente ausente en la mayoría de los casos. Es cierto que con el roce se hace el cariño, pero también lo es que lo mismo se puede aplicar al odio. Y si aplicamos la visión ampliada de la lupa, nos daremos cuenta de que en realidad no ha cambiado tanto la situación. A nivel social se nos ha adoctrinado para pensar que lo más importante en la vida de una persona es encontrar a esa pareja que nos complementa y que el estado ideal de esa unión es el matrimonio... que aporta estabilidad, una fuente de ingresos, y una continuidad a la sociedad. Seguimos con la visión estrecha de que la finalidad de una pareja es tener hijos (¿cuantas parejas se sienten culpables cuando no pueden tener descendencia?) y de que debemos "esforzarnos" para hacer que la pareja funcione.... ¿para el interés de quién? Viendo a los hombres y mujeres en el metro, en lugares públicos con sus familias, me doy cuenta de que en un número elevado de ellas, ya no hay comunicación, así que me atrevo a pensar que tampoco hay amor ya, en el mejor de los casos puede haber cariño y respeto, pero también lo dudo, y ambos se sienten atrapados en un círculo de afectos y conveniencias que les van hundiendo en la monotonía y la desazón.

¿A dónde quiero ir a parar?

El individuo se ha puesto al servicio de la sociedad, participa laboralmente, familiarmente, ciudadanamente... en el mejor de los casos se incluye dentro de las prioridades, en forma de ocio y de inquietudes, en el peor de los casos vive por y para satisfacer estos roles sociales. ¿Creo en la familia? Porque no.... siempre que funcione. Como todo grupo de personas, si se establece un vínculo afectivo que apoye a cada individuo del grupo en su desarrollo individual, a mi me parece una opción válida, y el nombre que se le aplique, o la fórmula es lo de menos.

Se nos ha querido vender el concepto de familia como la panacea contra la soledad, como fuente de seguridad afectiva, como misión vital, cuando en realidad funcionan las que funcionan, aquellas en las que se establecen vínculos sólidos con las personas integrantes. Pero para eso no es necesario pertenecer a la misma familia. Hay otra clase de familia que creamos con personas que vamos encontrando a lo largo de nuestra vida, con las que mantenemos relaciones dilatadas en el tiempo, con un componente afectivo importante: son los amigos. Como toda relación, una amistad sufre altibajos, o supera dificultades hasta que se construye un puente de verdadera confianza entre ambas personas, y a mi entender se ha creado un vínculo de familiaridad.

En conjunto todos esos conceptos nacen de la condición social y relacional del ser humano: necesitamos de los demás para poder expresarnos, para compartir, aprender, crecer e intentamos rodearnos de personas de confianza con la que poder ser vulnerables, mostrar nuestros miedos, consultar nuestras dudas, acudir en los momentos difíciles, y los etiquetamos en función de cuestiones sanguíneas (familia), afectivas (amigos, pareja),  de capacidad (consejeros y mentores) o de consuelo (Dios). Buscamos puntos de apoyo y referencia intentando mantener una estabilidad, sin darnos cuenta de que es necesario construir un sistema propio de apoyo, que somos nosotros mismos.

¿Es que el amor no existe? Por supuesto que existe, y habrán tantas definiciones de amor como personas a las que se le pregunte, porque el amor responde a nuestra forma de ser y vivir, se amolda al traje que le coloquemos. Al final el Amor corresponde a un estado del ser, un sentir en plenitud, la comprensión de que el mundo que nos rodea refleja nuestras carencias y nuestras fortalezas, y que en ese momento no importa quien actúe de espejo: lo hará a la perfección.

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