Ella supo que algo no iba bien cuando vió ennegrecerse el cielo como la boca del diablo. Todos se apretujaron en la pequeña embarcación, dándose calor y ánimos, y alguien contaba viajes exitosos de personas a quien nadie conocía. Ella no había visto antes el mar, y cuando bajó del autobús frente al puerto de pescadores donde iba a embarcar, se sintió sobrecogida por la vasta extensión de agua, que parecía perderse en el fin del mundo. Y ahora esas aguas que parecían calmadas a su partida se enmarañaban debajo del casco obligándoles a mantener el equilibrio en posturas imposibles. Ni siquiera se dió cuenta de cómo cayó, sólo que sintió mucho frío, y que el aire apenas entraba en sus pulmones mientras su cuerpo se hundía. Bajo las fuertes corrientes, un grupo de delfines sostiene con sus aletas y morros a un anciano delfín herido, ayudándole a avanzar y a salir a la superficie para coger aire. Ella flota entre ellos, que con gran delicadeza la escoltan, su cuerpo inerte, hasta que alcanzan la playa más próxima. Ahora las aguas hacen el resto, y depositan el cuerpo de la muchacha y del delfín uno junto a otro, dos vidas que se entrelazan como eslabones, ella cuando iniciaba una nueva vida y él cuando daba fin a la suya.
19 de octubre de 2010
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1 comentario:
Nadie sabe porqué se marchó.
No dejó una nota de despedida.
Nada traspasó su joven y especialmente endurecida coraza que, con solo veinte años, tejió su vida.
Supieron de ella tras su muerte. Se había ahogado, como tantos otros y otras, dejando atrás lo que, según ella, debía quedar atrás.
¿Por qué te fuiste, Aisha? ¿Porqué me dejaste sola? ¿Por qué no confiaste a mi recaudo tus penas y temores? ¿Fue por amor o despecho? ¿Fue porque querías crecer?
Todas estas preguntas recorren los pensamientos de su madre de tan solo treinta y tres años. Mujer fuerte y curtida y de quien, el luto, desde que ella recuerda, baña y acaricia su piel.
Suspira fuerte y se convence. ¡Aisha, Aisha! ¡No te ahogaste en el mar, te ahogaste en Ain Leuh, nuestra casa...y yo no me di cuenta!.
Una breve pincelada, por fin, en tu blog.
Uris
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