15 de septiembre de 2010

La empatía ¿una bendición o una maldición?

Según el Diccionario de la Real Lengua Española, la Empatía consiste en el sentimiento de participación afectiva de una persona en la realidad que afecta a otra, es decir, consiste en ser capaz de ponerse en la situación, o en la piel, de los demás. En un principio parece una habilidad muy útil para poder comprender el comportamiento, la visión, y las decisiones que toma la otra persona... pero ¿qué conlleva ser empático?

En un grado leve podríamos hablar de simpatía, de ver las similitudes con nuestra propia manera de ver la vida, y eso contribuye a crear vínculos entre las personas. Si no fuéramos capaces de reconocernos en los demás, no seríamos capaces de vernos a nosotros mismos. Por supuesto, al igual que surge la simpatía, surge la antipatía, cuando detestamos lo que vemos, pero... si estamos reconociéndonos en los demás, ¿no será aquello que detestamos una muestra de lo que no somos capaces de admitir en nosotros mismos?

En un siguiente grado somos capaces de compartir lo que siente la otra persona, como cuando nos apenamos sinceramente por la desgracia de un amigo, o nos alegramos profundamente cuando la buena suerte le acompaña. Este grado contribuye a profundizar el vínculo, sobretodo cuando la empatía existe en ambos casos.

De ahí pasaríamos a un grado en que no sabría decir si es beneficiosa la empatía o al contrario, nos limita. Es el momento en el que nos identificamos con la otra persona, hasta tal punto en el que perdemos de vista nuestra propia identidad, en el que la vida del otro se convierte en la nuestra. Podría asimilarse a una anulación, aunque en realidad se podría entender en algunos casos como una apropiación (cuando la vida del otro nos parece más interesante que la nuestra) o en otros casos como una especie de entrega, en la que ponemos nuestros deseos, nuestra voluntad y nuestra energía al servicio del bienestar de esa persona. Este grado requiere de algo más que simpatía, de algo más que simplemente amistad, precisa de una ofrenda de algo tan íntimo como nuestra propia alma... puede parecer algo romántico, algo idílico parecido a la entrega de los devotos a sus santos o dioses... sólo que... ¿a qué precio? ¿cuánto tiempo se puede subsistir viviendo la realidad de otro?

Aunque parezca una entrega generosa, no puede serlo, exige algo a cambio, ya que nuestro propio sentido de la supervivencia nos hace buscar de alguna forma la afirmación de que seguimos existiendo, ya sea mediante el reconocimiento de esa otra persona, de su afecto, de su atención, ya sea actuando como si fuéramos esa persona, con el agravante de que jamás.... jamás.... podremos ser esa otra persona.

Con el tiempo se produce una sensación de pérdida, de vacío, ya que poco a poco hemos ido anulando todo aquello de nosotros que no se ajusta a la personalidad de con quien estamos, y algo en nuestro interior se rebela. Si no somos conscientes de lo que está sucediendo, probablemente el paso siguiente sea alejarse para poder volver a encontrarnos, pero es más recomendable ser observador de uno mismo desde el principio, y darse cuenta de en qué momento empezamos a perdernos. Para personas altamente empáticas es muy sano disponer de un tiempo y un espacio propios, así como relacionarse con gente muy diversa, para no caer en la desaparición lenta y progresiva de la propia personalidad.

¿Cuál es la ventaja de la empatía entonces? Aun teniendo nuestras preferencias, aquello que nos gusta y aquello que no, ser empático nos permite relativizar las cosas, darnos cuenta de la variabilidad de facetas que participan en la personalidad humana, de tal manera que practicamente todo resulta comprensible, ya que cada cual actúa de una forma eficiente según su forma de ver la vida. También es una buena herramienta para ofrecer otros puntos de vista diferentes, otros enfoques ante los problemas, que suelen derivar en un crecimiento de la persona, en desarrollar facetas de su personalidad que ni sabía que existían.

Una persona empática puede convertirse en un fiel reflejo de otra persona, en lo favorable y en lo desfavorable, puede complementar perfectamente porque es totalmente maleable y adaptable, y siempre y cuando esto se realice de forma consciente, es de gran utilidad, ya que proporciona una base de apoyo y reafirmación para el otro. El único abismo a evitar en este caso es el del propio olvido.

1 comentario:

mario dijo...

Que este blog no se detenga. Que no deje de emocionarme, de iluminarme, de enseñarme senderos que no conocía... y otros paisajes, no, los mismos paisajes pero observados de modo diferente... que su autora no se calle nunca... sigue hablando Ester... sigue hablando... un poco más y habré despertado del todo.
Gracias, de corazón.

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