¿Porqué debe existir el mal?¿no sería mejor un mundo donde todo fuera bueno? ¿porqué deben existir las desigualdades, pueblos ricos, gente pobre? Son la eternas preguntas, y pensamos que resolviendo el tema de la dualidad conseguiríamos un mundo mejor.
Supongo que es obvio que la desigualdad existe con una clara intención: la de poder elegir. Entre bueno y bueno ¿qué me queda por probar? Nada. Entre bueno y malo (y que cada cual aplique la etiqueta de "malo" a lo que considere oportuno), pues hay una amplia gama de elecciones posibles, de trajes que probarnos. De ahí la relación entre las polaridades y el libre albedrío, y en un mundo diseñado para ser de una única manera, no habría albedrío posible, y por lo tanto todo estaría determinado... ¿no sería eso terriblemente aburrido?
Ahora bien, una vez establecido un mundo de dualidades, ¿es alguna de sus polaridades mejor que la otra? Por supuesto que sí, la que mejor se ajuste a nosotros en cada momento. No hay culpa, no hay condena si en cada momento elegimos aquel traje que nos apetece probarnos, solo hay decisiones: ¿me gusta? ¿me sienta bien?
Así se van añadiendo pinceladas a nuestra personalidad, gotas de color que nos enriquecen, que nos convierten en prismas irisados de gran belleza.
¿Doy un paso más? Voy a atreverme a nombrar lo innombrable: el Mal, sí, sí, con mayúscula. Que no es más que la polaridad del Bien, también con mayúsculas. Condenamos al primero, ensalzamos al segundo, pero en el fondo creo que el factor clave, como siempre, está en el equilibrio: aceptar el Bien Y el Mal, ambos de la mano, ya que cada uno tiene su razón de ser.
"No, no es posible, hay cosas malas que no deberían existir, el hambre, las injusticias, la guerra, la muerte..." Voy a recordar una frase que leí en alguna parte: el hombre es el único depredador del hombre. ¿Qué sería de este mundo si nada controlara nuestra población? No podemos olvidar que somos un eslabon más de este sistema y que todo sistema tiene un ciclo de crecimiento y un ciclo de destrucción. Para que la vida se produzca, la muerte es necesaria.
Bien, bien, y sin ser tan alarmista ¿cómo aplicamos esto en el día a día? A veces nos estancamos en una de las dualidades (veamos algunas de las más conocidas: optimista/pesimista, rico/pobre, hombre/mujer, izquierdas/derechas, feliz/infeliz), sin darnos cuenta de que ambas están presentes. Puedo mirar al futuro y decirme a mi misma que todo va a salir bien, y aunque eso pueda ser verdad, también es cierto que hay ciertas circunstancias en mi vida actual que podrían presagiar lo contrario, y que no puedo obviar, y al mirarlas de frente me pregunto como narices voy a salir de ésta.
No os voy a engañar, hay momentos en los que la estrategia del avestruz me seduce enormemente, y contar las rallas de la sábana bajera amparada por la colcha protectora sobre mi cabeza me parece una tarea de lo más estimulante. En esos momentos me gustaría que el mundo dejara de ser como es, y que fuera como yo quiero que sea, pero.... aunque mis deseos configuren mis casualidades, mis creencias configuran mi realidad, y no puedo negar que si he llegado a este punto es a causa de algunas de las cosas en las que creo.
Sin ser consciente de ello, veo dificultades en vivir sin trabajar, en dejar que la abundancia llegue a mi como el alimento llega a los aborígenes australianos, que con total certeza se despiertan por la mañana sabiendo que todas sus necesidades estarán cubiertas. Me falta aun ese grado de confianza total, de entrega absoluta a la inteligencia que rige nuestros caminos, aun me queda un resquicio de soberbia al pretender saber qué me conviene y donde están las respuestas.
Ha llegado la hora de mi elección: entre la humildad y la soberbia... elijo a ambas, la humildad de reconocer mi total ignorancia de lo que va a acontecer, y la soberbia de levantar la barbilla para decir que, sea lo que sea, aquí estoy esperando, porque en este juego que es la vida gana el que observa con atención y deduce sus reglas.
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