Si tuviéramos la capacidad de volar como los pájaros, de nadar en las profundidades como los peces, de reducir nuestro tamaño hasta lo microscópico, de ampliar y reducir nuestra perspectiva según conviniera, podríamos apreciar la riqueza y la belleza de lo que nos rodea, su dureza y su bondad, aceptar los contrastes, y al final vivir en armonía con el planeta.
18 de febrero de 2011
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