26 de mayo de 2010

Los ciclos y ritmos de la vida

Si tuviera que describir como es la vida, la simbología sería parecida a la de los Juegos Olímpicos: un conjunto de círculos entrelazados entre ellos. Estamos constantemente saltando de un círculo al siguiente: ciclo de sueño-vigilia, ciclo de las estaciones del año, ciclo de los siete años de cambio de fase... prácticamente toda nuestra actividad, tanto fisica como psíquica, está englobada en algún tipo de ciclo, por eso resulta muy útil pararse un momento y observarse, darse cuenta de como funcionan e interaccionan estos ciclos ¿para qué? muy sencillo: un ciclo se repite, y eso nos permite estar preparados para el siguiente ciclo.

Ultimamente soy más consciente del ciclo del enamoramiento, en el que todos en mayor o menor medida participamos, incluso los que se resisten a ello, porque forma parte de nuestra naturaleza. Porque estar enamorado no consiste solamente en sentirse atraído hacia otra persona, estar enamorado es estarlo de la vida, de lo que nos rodea, sentirnos a gusto en nuestra piel, en nuestras circunstancias, es un estado de bienestar cuando llega a su estado álgido... aunque no hay que olvidar que también es un ciclo, y debe llegar a la fase de declive y finalización.

¿Porqué ha de ser así? Esa pregunta me la ha hecho mucha gente, que porqué algo tan bonito no puede durar para siempre. Si algo fuera igual siempre, sería mortalmente aburrido, no habría lugar para la sorpresa, para la espontaneidad, para la improvisación, y es en esos momentos de incertidumbre, de inestabilidad, en los que el ser humano se muestra en toda su grandeza... incluso en los comportamientos más miserables. La única evolución posible es siempre hacia lo nuevo, y eso se incluye también en el ciclo del enamoramiento.

El que se produzca en círculos o ciclos no significa que cada dos por tres nos estemos enamorando, ya que los círculos pueden ser más pequeños o más grandes en el tiempo, simplemente significa que, incluso estando con una misma pareja a lo largo de los años, esos ciclos existen y es mejor conocerlos, porque sucederán.

Para que un ciclo se inicie precisa de un impulso fuerte inicial, que suele ser en este caso, una fuerte atracción hacia otra persona. Esa atracción puede ser física, emocional, intelectual o de personalidad, y probablemente tenga un poco de cada una. Ese impulso te lanza al descubrimiento de la otra persona, ese misterio sin resolver que se presenta como una aventura excitante, y aparece esa etapa en la que todo lo que le concierne nos parece fascinante y novedoso. Con el tiempo, y gracias a la increíble adaptabilidad del ser humano, aquella persona se convierte en terreno conocido, familiar y a menudo predecible, y entramos en la fase de seguridad, de confianza, sabemos qué podemos esperar, y es lo que esperamos. Pero el ciclo no se detiene, ninguno lo hace, y al cabo de un tiempo aparece el declive, lo familiar resulta ya aburrido, y aquello que antes nos fascinaba ahora nos parece irritable. Entramos en la última fase, en la que ese vínculo puede derivar en dos caminos: desaparecer o transformarse. Algunas parejas consiguen que después de desaparecer el ciclo romántico, aparezca un ciclo de amistad (que suele ser mucho más dilatado en el tiempo).

¿Significa eso que todas las parejas están abocadas a dejar de serlo? Digamos que todas las parejas, y llevándolo más allá, todas la relaciones, están vinculadas a un ciclo, y que eso conlleva al final una transformación necesaria. Puede darse el caso, si ambos son conscientes de lo que sucede, de que los círculos o ciclos se eslabonen, formando lo que llamaríamos una espiral: un conjunto de giros concéntricos en un punto, en el que cada espira es un nivel diferente dentro de la relación: son las parejas que consiguen fortalecer su vínculo a lo largo de los años y que llegan a viejecitos y aún se les iluminan los ojos cuando miran a la otra persona, porque mantienen la ilusión.

Mi respuesta sería que no, no todas las parejas están abocadas a dejar de serlo, pero sí que están dirigidas a crecer y transformarse, y que depende de la capacidad de cada cual de llevar adelante no solo el propio crecimiento (otro ciclo imparable), sino también el crecimiento de lo que han creado en conjunto, porque la pareja es una entidad que tiene vida propia.

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