28 de agosto de 2011
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3 comentarios:
cierto... solo hay incertidumbre...
la incertidumbre de ¿cuándo?
Estaba ahora reflexionando sobre ese gráfico (el caso es no ponerme a trabajar) y se me ocurre pensar que todo en la vida vale la pena, el principio, el durante... y también el final.
Ese "durante" lleno de idas y venidas, de vericuetos inexplorados esperando nuestros pasos, de lugares maravillosos (y otros no tanto) pendientes de ser visitados. Pero no sólo hablo de lugares físicos, sino también de espacios personales, aspectos de nuestra propia capacidad que muchas veces nos da pereza averiguar y se nos quedan ahí estancados, como algo que pudo ser y nunca fue. Cuantos más viajes emprendamos (tanto hacia dentro como hacia fuera) más sabios seremos, y nuestra vida será, no sé si más o menos feliz, pero sí más plena, más consciente.
Y estaba pensando también que esa guadaña que nos espera al final, sin cuya presencia creo que nada tendría sentido, a veces se impacienta y a su vez se introduce en el laberinto (pero por su final) y nos sale al encuentro en cualquier recoveco, al doblar una esquina o al tomar equivocadamente una curva. Y que nos conviene, antes de que su filo nos ataje la andadura, darnos prisa, explorar, sentir, vivir, porque en ocasiones el destino es demasiado cruel y se nos interpone sin haber meneado el culo de una simple piedra, de la que no queremos levantarnos por miedo a quedarnos sin asiento.
Viajar por nuestra vida es algo que nos compete a nosotros mismos, y nuestros aciertos y nuestros errores se guardan entremezclados en la misma mochila. Aunque en ocasiones, viajar en buena compañía es una bendición de los cielos, y compartir tramos del camino con la persona adecuada un auténtico privilegio.
Gracias por todo y para siempre, Ester, compañera.
Iñaki
Gracias a ti, Iñaki, por este trecho de camino intenso y cómplice, que como bien dices, dura lo que tiene que durar, pero deja en nosotros una marca indeleble para siempre.
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