Es una de mis frases favoritas, aunque no es de las más sencillas de aplicar ni de comprender.
Cuando deseamos algo con todas nuestras fuerzas, nos gustaría tenerlo cuanto antes, disfrutarlo, sentirlo, vivirlo. Pero... ¿no os ha pasado alguna vez que si algo que deseais lo teneis de inmediato parece como que algo se pierde al mismo tiempo? ¿qué es lo que se ha perdido?
Creo que en este caso la espera juega un papel importante, aumenta la ilusión, el anhelo, porque parte del deseo, una muy importante, está en no conseguirlo. Aquí estarían satisfechos los que argumentan que lo importante es el camino, no llegar al destino final.
¿Qué es desear sino intentar conseguir lo que no tenemos? Eso nos da la fuerza y el coraje para salir en su búsqueda, por eso una vida sin deseos es una vida sin objetivos. En algunas filosofías se dice que la felicidad se encuentra cuando se trasciende el deseo, es decir, cuando se deja de desear. Para mi la felicidad está en comprender la naturaleza del deseo y fluir con ella, no resistirse, porque el deseo es un motor importante en nuestra vida.
¿Cómo podemos fluir con la naturaleza del deseo? Hay dos formas a mi entender de vivir el deseo. En la primera de ellas nos enfocamos en el objetivo, en conseguir ese objeto de nuestro deseo, y eso lleva sin duda a la insatisfacción. Por una parte porque si no lo conseguimos nos sentimos frustrados, y por otra parte, porque cuando lo conseguimos dejamos de sentir esa vibración, ese empuje que nos impulsaba a seguir adelante, y nos sentimos vacíos.
Y es que lo verdaderamente importante es sentir ese deseo, eso es lo que nos hace sentir vivos, y si nos damos cuenta de que no importa lo que deseemos, sino que deseemos algo, estamos en el camino para captar la esencia del deseo.
Ahora bien, ¿qué sucedería si nunca consiguieramos satisfacer nuestros deseos? Pues que eso con el tiempo nos llevaría a dejar de desear, ya que necesitamos sentir que nuestros esfuerzos tienen una recompensa. Así que es necesario que se produzca la realización de los deseos para saber que nuestros esfuerzos no son en vano.
Por eso hay una segunda forma de entender el deseo: sabiendo que con el tiempo y con nuestra espera activa, es decir, haciendo todo lo posible por conseguir aquello que queremos, al final lo lograremos (o algo muy parecido) y que en ese mismo instante crearemos otro deseo nuevo que nos impulsará a seguir buscando. No es que no deseáramos lo suficiente aquello que hemos conseguido (muchos lo piensan, porque creen que al conseguir algo que deseaban mucho se sentirán colmados y satisfechos, y al sentir ese vacío posterior se desconciertan), es que una vez conseguido necesitamos volver a sentir esa fuerza que nos da el deseo, y buscamos algo nuevo que desear... y ahí es cuando podemos realmente disfrutar de lo conseguido.
No se trata, a mi parecer, de trascender el deseo, sinó de comprender que es una fuerza que nos impulsa y nos hace sentir vivos.